Designado por la Organización de las Naciones Unidas (ONU), el 17 de junio se definió como el Día Mundial de Lucha contra la Desertificación y la Sequía, buscando sensibilizar a las personas sobre estos fenómenos, así como también promover acciones para enfrentarlos. En líneas generales, la desertificación se refiere al proceso de degradación de la tierra en regiones más áridas, causado principalmente por actividades humanas y variaciones climáticas. Este fenómeno conduce a la pérdida de cobertura vegetal, erosión del suelo y reducción de la productividad agrícola, entre otras consecuencias negativas. La sequía, por otro lado, se trata de un período prolongado de lluvias anormalmente bajas, que desencadena la escasez de agua trayendo consigo impactos severos en los ecosistemas, la agricultura y la subsistencia humana.
En el marco de este contexto, la arquitectura y el urbanismo pueden desempeñar un papel importante en la mitigación de dichos procesos mediante la promoción de prácticas de diseño sostenible, la gestión eficiente de recursos y la construcción de infraestructuras resilientes. Conoce a continuación algunas estrategias y ejemplos de proyectos que contribuyen a enfrentar estos desafíos ambientales.
Arquitectura sostenible
Arquitectos y urbanistas son capaces de diseñar infraestructuras que minimicen el impacto ambiental y maximicen la eficiencia de los recursos involucrando desde la incorporación de fuentes de energía renovables o la promoción de sistemas de transporte público hasta la integración de tecnologías inteligentes para optimizar el uso de recursos y reducir las emisiones de carbono. Directamente relacionado con el tema de la desertificación, se podrían incluir proyectos dirigidos a la conservación del agua, como la captación de agua de lluvia, el reciclaje de aguas residuales y los sistemas de riego eficiente. Al implementar estas prácticas en edificios, paisajes e infraestructuras urbanas, los recursos hídricos se pueden conservar y utilizar de manera más eficaz, especialmente en regiones áridas.
El Centro Infantil Econef, de Asante Architecture&Design y Lönnqvist & Vanamo Architects, construido en Tanzania, considera de una manera interesante la reutilización del agua de lluvia. Inspirado en el baobab africano, cuyo tronco almacena hasta 120.000 litros de agua, el proyecto recoge el agua del techo mediante un canalón central que la dirige a depósitos subterráneos, acumulando el agua que se utilizará en duchas y también lavandería.
En otra escala, pero siguiendo el mismo objetivo, se encuentra el nuevo proyecto de Stefano Boeri para un bosque vertical en MENA (Oriente Medio y Norte de África). El megaproyecto tiene como objetivo fortalecer la gestión del sistema de agua en respuesta al clima árido de la región y establecer un modelo para futuros edificios y desarrollos urbanos, albergando 2.640 árboles y 27.600 arbustos mantenidos por invernaderos y jardines hidropónicos.
Infraestructura verde y soluciones basadas en la naturaleza
Como se ve en el proyecto de Boeri, la vegetación ayuda a reducir las temperaturas de la superficie, mejora la calidad del aire y retiene la humedad, contribuyendo a un entorno urbano más sustentable y resiliente. Como una solución basada en la naturaleza, la incorporación de vegetación en las ciudades se puede manifestar a través de parques lineales y fluviales, ríos renaturalizados, laderas restauradas, así como jardines de lluvia y techos verdes. Tal esfuerzo está directamente relacionado con la importancia de las superficies permeables, principalmente en ambientes densos, lo que ayuda a recargar las reservas de agua subterránea y previene la erosión del suelo, reduciendo el riesgo de desertificación y manteniendo el equilibrio hídrico en el ecosistema. El propio paisajismo está directamente relacionado con este aspecto cuando promueve la implementación de medidas de control de la erosión, como el cultivo de contorno o la “cobertura morta”, ayudando a prevenir la degradación del suelo. Al preservar la capa superficial del terreno, estas prácticas contribuyen indirectamente a mantener las tierras fértiles y reducir los riesgos de desertificación.
Como ejemplo de ello, cabe mencionar la iniciativa que prevé la creación de la Gran Muralla Verde de 8.000 kilómetros de extensión, que pretende evitar el avance de la desertificación en la región sur del Sahara habitada por 100 millones de personas. Hoy en día, más del 80% de la región está degradada, lo que contribuye a las condiciones de hambre, ya que la mayoría de la población depende de la agricultura regada por las lluvias para trabajar.
Planeamiento y uso del suelo
La planificación adecuada del uso del suelo puede ayudar a prevenir la expansión de áreas urbanas en ecosistemas frágiles, como desiertos o tierras áridas. Al considerar las características ecológicas de un área e implementar regulaciones de zonificación, se puede controlar la expansión urbana, protegiendo las tierras valiosas de la degradación. En general, el planeamiento del uso del suelo proporciona un marco para gestionar los recursos de manera sostenible e integrada. Al considerar aspectos ecológicos, sociales y económicos, ayuda a combatir la desertificación y la sequía, promoviendo el desarrollo responsable, protegiendo los recursos naturales y fomentando la resiliencia en ecosistemas y comunidades.
Este estudio es fundamental para evitar desastres como el desarrollo insostenible que tuvo lugar en Nevada, EE.UU. Marcado por la devastación ambiental, el emprendimiento residencial de alto nivel presenta un estilo de vida desplazado lo máximo posible del paisaje, importando estilos europeos que nada tienen que ver con el clima desértico de la región, como el enorme lago artificial en el área donde el Embalse del Lago Mead pierde hasta 1.200 millones de m³ de agua al año a través de la evaporación.
Muy diferente a este ejemplo, podemos mencionar el masterplan diseñado para Msheireb, en Doha, con su forma urbana compacta que incluye la integración de calles sombreadas, techos activos, patios, terrazas y fachadas profundas, minimizando el impacto de la luz solar intensa que, en combinación con la ventilación natural y los sistemas de construcción, proporcionan confort interior y minimizan el uso de energía, respetando y comprendiendo las condiciones locales.
Educación comunitaria
Involucrar a las comunidades locales en el proceso de diseño y planeamiento puede facilitar la implementación de las prácticas sostenibles al mismo tiempo que promueve un sentido de propiedad y responsabilidad por el medioambiente. Un ejemplo interesante es el laboratorio urbano que surgió en la ciudad de Teresina, Piauí, dentro de un conjunto habitacional. La ciudad está ubicada en la región semiárida brasileña, un área en proceso de desertificación que se encuentra entre las que sufrirán los efectos más drásticos en el planeta. A partir del diagnóstico de la zona y la recopilación de demandas de la comunidad, la coalición y los residentes locales co-crearon y planificaron una primera mejora: transformar un tramo de la avenida central en un área residencial que, además de ser una centralidad y tener valor simbólico, es uno de los pocos espacios públicos disponibles. El proyecto de intervención contempla la ampliación del sitio de construcción central para crear un espacio público que, entre otras intervenciones, incluyó la siembra de plantas nativas por parte de los propios pobladores de la comunidad.