Bajo el nombre ‘Comfort Room: La Habitación Empática’, PMMT Arquitectura presenta un nuevo modelo de habitación doble de hospitalización, que apunta a mejorar la experiencia de sus pacientes posicionándolos en el centro del proceso de diseño. Ya implementado en el Nou Hospital Evangèlic de Barcelona, la oficina ha puesto a disposición de arquitectos, arquitectas y demás profesionales los planos, que pueden descargarse gratuitamente a través de su sitio web, para dar lugar a la ejecución de esta nueva configuración en sus proyectos junto al fomento de la inteligencia colectiva interdisciplinar.
Como sostienen desde PMMT Arquitectura, “Si pensamos en una habitación doble de hospitalización, probablemente nos venga a la mente una sala rectangular con un baño y dos camas, cuyas cabeceras están ubicadas junto a una misma pared, paralelas a la ventana y con una cortina divisoria que las separa”. Se trata de un modelo de habitación bastante normalizado en nuestro imaginario que privilegia a los pacientes ubicados en cercanías a las ventanas con vistas hacia el exterior y luz natural mientras sus compañeros de habitación, ubicados alejados de las mismas, se ven perjudicados careciendo de acceso a las mismas prestaciones.
Si bien es una problemática que aún no encuentra solución a gran escala, la oficina ha estado indagando y trabajando en vísperas de lograr el bienestar de ambos pacientes hospitalizados, sin perjudicar el desarrollo de las operaciones médicas y apostando por mantener los límites que comprende el modelo convencional de habitación doble de los principales centros hospitalarios y residencias para adultos mayores.
Pretendiendo su desarrollo tanto en obra nueva como en rehabilitación arquitectónica, Comfort Room se basa en el modelo tradicional de habitación doble que mantiene las características y geometría principales, pero opta por rotar 180° una de sus camas y su mobiliario auxiliar, sus conexiones de gases medicinales y su armario. De esta manera, los pacientes quedan enfrentados pudiendo mirar ambos hacia el exterior y al mismo tiempo, fomentando una comunicación entre sí y un aumento de su distanciamiento.
Desde la perspectiva de los pacientes, también se adhieren otros valores aportados como el control sobre el espacio propio, la privacidad visual, auditiva y olfativa, la reducción del riesgo de infecciones y propagación de bacterias, la disminución de los recorridos al lavabo y al pasillo, la interacción entre pacientes, entre otros. Mientras que, desde el punto de vista del personal médico, se puede percibir un aumento del espacio de trabajo, una reducción de los recorridos con carros y, además, las visuales de los pacientes de las camas exteriores desde los pasillos.
Designado por la Organización de las Naciones Unidas (ONU), el 17 de junio se definió como el Día Mundial de Lucha contra la Desertificación y la Sequía, buscando sensibilizar a las personas sobre estos fenómenos, así como también promover acciones para enfrentarlos. En líneas generales, la desertificación se refiere al proceso de degradación de la tierra en regiones más áridas, causado principalmente por actividades humanas y variaciones climáticas. Este fenómeno conduce a la pérdida de cobertura vegetal, erosión del suelo y reducción de la productividad agrícola, entre otras consecuencias negativas. La sequía, por otro lado, se trata de un período prolongado de lluvias anormalmente bajas, que desencadena la escasez de agua trayendo consigo impactos severos en los ecosistemas, la agricultura y la subsistencia humana.
En el marco de este contexto, la arquitectura y el urbanismo pueden desempeñar un papel importante en la mitigación de dichos procesos mediante la promoción de prácticas de diseño sostenible, la gestión eficiente de recursos y la construcción de infraestructuras resilientes. Conoce a continuación algunas estrategias y ejemplos de proyectos que contribuyen a enfrentar estos desafíos ambientales.
Arquitectura sostenible
Arquitectos y urbanistas son capaces de diseñar infraestructuras que minimicen el impacto ambiental y maximicen la eficiencia de los recursos involucrando desde la incorporación de fuentes de energía renovables o la promoción de sistemas de transporte público hasta la integración de tecnologías inteligentes para optimizar el uso de recursos y reducir las emisiones de carbono. Directamente relacionado con el tema de la desertificación, se podrían incluir proyectos dirigidos a la conservación del agua, como la captación de agua de lluvia, el reciclaje de aguas residuales y los sistemas de riego eficiente. Al implementar estas prácticas en edificios, paisajes e infraestructuras urbanas, los recursos hídricos se pueden conservar y utilizar de manera más eficaz, especialmente en regiones áridas.
El Centro Infantil Econef, de Asante Architecture&Design y Lönnqvist & Vanamo Architects, construido en Tanzania, considera de una manera interesante la reutilización del agua de lluvia. Inspirado en el baobab africano, cuyo tronco almacena hasta 120.000 litros de agua, el proyecto recoge el agua del techo mediante un canalón central que la dirige a depósitos subterráneos, acumulando el agua que se utilizará en duchas y también lavandería.
En otra escala, pero siguiendo el mismo objetivo, se encuentra el nuevo proyecto de Stefano Boeri para un bosque vertical en MENA (Oriente Medio y Norte de África). El megaproyecto tiene como objetivo fortalecer la gestión del sistema de agua en respuesta al clima árido de la región y establecer un modelo para futuros edificios y desarrollos urbanos, albergando 2.640 árboles y 27.600 arbustos mantenidos por invernaderos y jardines hidropónicos.
Infraestructura verde y soluciones basadas en la naturaleza
Como se ve en el proyecto de Boeri, la vegetación ayuda a reducir las temperaturas de la superficie, mejora la calidad del aire y retiene la humedad, contribuyendo a un entorno urbano más sustentable y resiliente. Como una solución basada en la naturaleza, la incorporación de vegetación en las ciudades se puede manifestar a través de parques lineales y fluviales, ríos renaturalizados, laderas restauradas, así como jardines de lluvia y techos verdes. Tal esfuerzo está directamente relacionado con la importancia de las superficies permeables, principalmente en ambientes densos, lo que ayuda a recargar las reservas de agua subterránea y previene la erosión del suelo, reduciendo el riesgo de desertificación y manteniendo el equilibrio hídrico en el ecosistema. El propio paisajismo está directamente relacionado con este aspecto cuando promueve la implementación de medidas de control de la erosión, como el cultivo de contorno o la “cobertura morta”, ayudando a prevenir la degradación del suelo. Al preservar la capa superficial del terreno, estas prácticas contribuyen indirectamente a mantener las tierras fértiles y reducir los riesgos de desertificación.
Como ejemplo de ello, cabe mencionar la iniciativa que prevé la creación de la Gran Muralla Verde de 8.000 kilómetros de extensión, que pretende evitar el avance de la desertificación en la región sur del Sahara habitada por 100 millones de personas. Hoy en día, más del 80% de la región está degradada, lo que contribuye a las condiciones de hambre, ya que la mayoría de la población depende de la agricultura regada por las lluvias para trabajar.
Planeamiento y uso del suelo
La planificación adecuada del uso del suelo puede ayudar a prevenir la expansión de áreas urbanas en ecosistemas frágiles, como desiertos o tierras áridas. Al considerar las características ecológicas de un área e implementar regulaciones de zonificación, se puede controlar la expansión urbana, protegiendo las tierras valiosas de la degradación. En general, el planeamiento del uso del suelo proporciona un marco para gestionar los recursos de manera sostenible e integrada. Al considerar aspectos ecológicos, sociales y económicos, ayuda a combatir la desertificación y la sequía, promoviendo el desarrollo responsable, protegiendo los recursos naturales y fomentando la resiliencia en ecosistemas y comunidades.
Este estudio es fundamental para evitar desastres como el desarrollo insostenible que tuvo lugar en Nevada, EE.UU. Marcado por la devastación ambiental, el emprendimiento residencial de alto nivel presenta un estilo de vida desplazado lo máximo posible del paisaje, importando estilos europeos que nada tienen que ver con el clima desértico de la región, como el enorme lago artificial en el área donde el Embalse del Lago Mead pierde hasta 1.200 millones de m³ de agua al año a través de la evaporación.
Muy diferente a este ejemplo, podemos mencionar el masterplan diseñado para Msheireb, en Doha, con su forma urbana compacta que incluye la integración de calles sombreadas, techos activos, patios, terrazas y fachadas profundas, minimizando el impacto de la luz solar intensa que, en combinación con la ventilación natural y los sistemas de construcción, proporcionan confort interior y minimizan el uso de energía, respetando y comprendiendo las condiciones locales.
Educación comunitaria
Involucrar a las comunidades locales en el proceso de diseño y planeamiento puede facilitar la implementación de las prácticas sostenibles al mismo tiempo que promueve un sentido de propiedad y responsabilidad por el medioambiente. Un ejemplo interesante es el laboratorio urbano que surgió en la ciudad de Teresina, Piauí, dentro de un conjunto habitacional. La ciudad está ubicada en la región semiárida brasileña, un área en proceso de desertificación que se encuentra entre las que sufrirán los efectos más drásticos en el planeta. A partir del diagnóstico de la zona y la recopilación de demandas de la comunidad, la coalición y los residentes locales co-crearon y planificaron una primera mejora: transformar un tramo de la avenida central en un área residencial que, además de ser una centralidad y tener valor simbólico, es uno de los pocos espacios públicos disponibles. El proyecto de intervención contempla la ampliación del sitio de construcción central para crear un espacio público que, entre otras intervenciones, incluyó la siembra de plantas nativas por parte de los propios pobladores de la comunidad.
La dimensión espacial del género es un tema recurrente en el campo arquitectónico. El caso del baño es discutido de forma amplia dentro de las agendas LGBTQIA+ como específicamente en las intersecciones de la teoría queer en la arquitectura.
El filósofo Paul Preciado, en ‘Basura y Género’, señala los inodoros y urinarios como dispositivos demarcadores de género: la condición de sentarse en el inodoro o vigilar/ser vigilado en el urinario, garantiza la perpetuación de la estanqueidad de los binarismos de género masculino y femenino. Las mujeres orinan sentadas en cabinas privadas, los hombres orinan de pie en dispositivos colectivos. En esa lógica, los hombres que orinan sentados en cabinas privadas son «menos hombres». Otro ejemplo interesante para pensar en la generificación de los espacios, son las alcobas, tradicionales en las edificaciones coloniales, que funcionaban como dispositivos de segregación y vigilancia de las hijas vírgenes. Esos pequeños cuartos sin ventilación eran normalmente situados en áreas centrales – adyacentes al corredor, cocina o sala – para posibilitar el control dado por los miembros de la familia.
Estos dos ejemplos ilustran el modo como las intersecciones de las teorías de género y arquitectura han discutido la constitución del espacio arquitectónico pensado para dar soporte a las dinámicas del sistema género-sexo. Es decir, se considera que las construcciones de (cis)masculinidad y (cis)feminidad necesitan de aparatos espaciales para construirse: ejemplo el urinario, la alcoba.
Dentro de los tantos tipos arquitectónicos que la reciente expansión capital del sur global produjo y que atraviesan género y clase, como la estación de servicio-plaza de alimentación y las barberías-que-celebran-la-hipermasculinidad, para citar algunos, aislo un caso muy corriente de los espacios semipúblicos de Brasil: la sala de espera para el proveedor, o la salita semipública. Normalmente esparcidas en shoppings, aeropuertos, terminales de autobuses, en corredores amplios en frente de tiendas de maquillaje y fast-fashion, esas «salitas» son espacios discretos diseñados para materializar la dinámica «mujer compra, hombre espera». Tan marcado en el discurso cis-heteronormativo, esa lógica asigna/afirma/da soporte al hombre-padre-de-familia como proveedor, productor, y a la mujer-madre-de-familia como consumidora. La dinámica, inclusive, ayuda a rechazar el consumo por el proveedor, relegando la actividad de consumir, comprar, como típica de la performance femenina o de la homosexualidad. Es decir, esperar es el lugar del macho. Esperar es ser macho.
Las salitas semipúblicas son generalmente constituidas por un conjunto de asientos dispuestos alrededor de una decoración sobria, en la que predominan los colores oscuros. El tipo arquitectónico vive su caricatura cuando los detalles denuncian que este espacio no es, de hecho, un local para reposo de personas que andan con ayuda de bastones o muletas, pues no presentan aparatos accesibles; o para personas con hijos y que necesitan de momentos de descanso, ya que son normalmente compuestos por butacas individuales. Por el contrario, esos espacios se constituyen de un simulacro de sala de estar, el lugar de la domesticidad en que el hombre cis-hetero espera su esposa y su cerveza, como el cine y la publicidad ya nos han contado excesivamente.
La diferencia crucial entre la salita semipública y la sala de estar privada de la familia cis-hetero es que, en esta última, el hombre contempla el entretenimiento hecho a la medida para él – la televisión y la propia existencia de un ambiente dedicado a ella, demarcando su posición de proveedor en el ámbito privado. En cambio, en la salita semipública, el ritual de la afirmación de su masculinidad proveedora es colectivizado por otros hombres-proveedores y su prole. La escena es típica, replicable: el hombre-proveedor mueve su smartphone al lado de su hijo, intercambiando mínimas palabras de orden, mientras vigila la puerta de Zara en la espera por su esposa con las bolsas de compras.
En ese sentido, invito a pensar en la salita semipública o la sala de espera para el padre-de-familia-proveedor como un urinario del espacio semipúblico. Es un lugar donde los hombres se comparan y se posicionan para demarcar la posición de proveedor, no de consumidor. Más que ocupar el espacio para la función de la espera, por cansancio o por el placer del ocio, el hombre-proveedor ocupa la salita para ser visto por los otros hombres-proveedores como aquel que no compra, provee. La sala de espera para el proveedor es el urinario que todos pueden ver. Aún, en el ámbito del ocio, es la colectivización de parte de la performance cis-heteronormativa.
En medio de la producción espacial que perpetúa la heteronorma, proyectos como Stalled!, buscan cuestionar los dispositivos de normatización de género. La propuesta presenta una serie de guías para el diseño de baños que promuevan justicia social a partir de un espacio multigénero y colectivo. Stalled!, fue desarrollado por Susan Stryker, historiadora transgénero, Joel Sanders, arquitecto y Terry Kogan, del área del derecho, y lanza prototipos para edificios públicos, pensando desde el proceso de diseño a su posible implantación. El baño, en el caso de Stalled!, es un espacio pensado a partir de una experiencia segura para personas trans, madres amamantando y niños acompañados, en una configuración espacial que permite fluidez de circulación, accesos amplios para seguridad y confort de todos.
Más importante para esta discusión, Stalled! propone el baño como dispositivo de colectivización de la sexualidad. Los prototipos y lineamientos presentan salas de espera y ambientes lounge que hacen de las prácticas de baño y cuidado experiencias menos segregadas y posibles de ser compartidas entre personas de diferentes géneros. Comienza, entonces, con la idea de que esperar y desinfectar son prácticas generalizadas para todos los géneros. Es un claro ejemplo de las posibilidades de invertir espacialmente la lógica de la cis-heteronorma.
Entonces, del ejemplo de Stalled! y a partir del caso de la sala semipública, se puede especular sobre los cruces de género y sexualidad en las prácticas espaciales. En este sentido, nos corresponde crear y buscar soluciones espaciales que saquen de su zona de confort a quienes han estado en una posición de espera y privilegio y proponer proyectos que habiliten otras lógicas en las dinámicas espaciales actuales.